El Sinopia es un pigmento rojizo, también llamado terra rossa de Sinopia, conocido desde los tiempos de los hititas. Diversos artistas, como Miguel Ángel o Rafael, utilizaron este pigmento para esbozar sus frescos en los muros.
Curiosamente, a partir del siglo XVI, el término sinopia se comenzó a utilizar también para designar el color verde con el que se bañaban ciertos escudos de armas. Algunos estudiosos afirman que dicha confusión se debe a que la percepción del color cambia, evoluciona, según las épocas y las culturas. Además, distintos pueblos parecen percibir los colores de forma diferente.
En China, por ejemplo, el azul y el verde se consideran como distintas tonalidades de un mismo color, el qîng. La misma amalgama azul-verde ocurre en Bolivia, con los hablantes del sirionó, en Indonesia, donde hablan el kwerba, o en algunos poblados de Brasil, donde se habla Múra-Pirahã. Los Berinmo, una tribu de Papúa Nueva Guinea que sufre el acoso de lingüistas desde los años cincuenta, denominan al verde, al azul, al púrpura y al amarillo-verdoso, como un único color, el nol. Y funden amarillo, naranja, marrón y caqui, en un solo término, el wor. Los Berinmo mencionan solamente tres colores más, con los que observan el mundo: el rojo (mehi), el negro o "sucio" (kel), y el "pálido" (wapa). Gentes de Nigeria y Camerún, que aún hablan el Ejagham, conocen únicamente tres colores: el ényàgà (negro, verde y azul), el ébí (rojo y amarillo) y el ébáré (blanco).
¿Es distinta la percepción de un individuo que distingue entre el azul y el verde, de otro que amalgama ambos colores en un sólo término? Todo parece indicar que así es.
Aunque no es necesario el lenguaje para percibir los colores, el brillo o las diferencias de saturación o de matiz, la experiencia en general -y el lenguaje en particular- van a determinar ciertas características de la percepción, de su significado, que en último término supondrán diferencias cualitativas.
Cuando un oriental llega a occidente puede encontrar dificultades para distinguir entre el género masculino y femenino. "¡Es que las mujeres occidentales tienen unas narices tan grandes! ¡Parecen hombres!", se podría quejar una chica vietnamita, recién llegada a los Estados Unidos. De la misma forma, a un europeo que viaje al lejano oriente por primera vez, puede que le parezcan todas las caras iguales. Y sin embargo, con un poco de práctica, conseguirá diferenciar a chinos de japoneses, de vietnamitas, de camboyanos.
La exposición a "tipos" de rostros diferentes facilita la apreciación de matices que, antes de esa exposición, simplemente no eran percibidos. Los inuit, por ejemplo, tienen casi ochenta palabras diferentes con las que designan distintos tipos de nieve. La capacidad de los órganos perceptivos, o el rango de estímulos que los inuit son capaces de percibir, es similar a la del resto de la población, y sin embargo, el lenguaje, como elemento cultural, y el entorno, la experiencia, consiguen determinar modos y matices perceptivos diferenciados.
Un boliviano que llama eruba al azul y al verde puede aprender a diferenciar ambos colores. Sin embargo, se ha podido comprobar que existen diferencias culturales en las definiciones de color (verde no significa exactamente lo mismo para los tailandeses que para los venezolanos, por poner un ejemplo), así como interindividuales (por ejemplo, un azul poco luminoso y poco saturado puede ser identificado como azul por algunas personas, en una población dada, mientras que para otras se tratará, sin duda, de gris).
Las diferencias entre individuos en la identificación de un color parecen determinadas, en buena medida, por características físicas, relacionadas con los tipos de rodopsinas que poseen. Las rodopsinas son unas proteinas localizadas en los conos de la retina, que cambian su estructura molecular al recibir luz de una determinada longitud de onda, permitiendo una primera diferenciación grosera de los colores. Los seres humanos tienen únicamente tres tipos de rodopsina (excepcionalmente cuatro), con lo que únicamente identifican tres tipos de longitudes de onda. A partir de esta información básica, se elabora más tarde toda la gama de colores que el ojo consigue diferenciar [ver adenda]. Pequeñas diferencias en la estructura de una de estas proteinas pueden suponer que se altere el 'color preferido' de esa rodopsina, y con ello que se aprecien mejor o peor determinados rangos de color, lo que justifica buena parte de las discrepancias interindividuales que se observan a la hora de diferenciar unos colores de otros.
Las disparidades culturales a la hora de identificar los colores suelen ser menos dramáticas. Sin embargo, estas diferencias no pueden ser explicadas atendiendo a cuestiones hereditarias o estrictamente físicas, y parecen estar directamente relacionadas con la experiencia, con el aprendizaje y, en último término, con el lenguaje. El lenguaje, en este sentido, no deja de ser un modo de simbolizar la experiencia, de resumirla. Un resumen, en cualquier caso, que consigue modular la cualidad de la experiencia (perceptiva) de un individuo. Así, atendiendo a la manera en que se han aprendido a nombrar distintos colores, puede variar, cualitativamente, la manera en que se percibe uno y otro color.
La transformación del rojo sinopia en el color verde de algunos escudos de armas probablemente fuera consecuencia del error de un copista daltónico que consiguió perpetuar su falta. Un error que agradecemos, aunque sólo sea por habernos sugerido este extraño viaje.
Chema Nieto
Proyecto Funky Neuron
Enlaces Recomendados:
World Color Survey Data Base: History and Use, Paul Kay, Color Naming Across Languages
Normalización del Color, Paola L. Fraticola
Early Pigments (webexhibits)
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Foto-composiciones: Chema Nieto
Fotografías Originales bajo GNU Free Documentation License, procedentes del Atlas Interactivo de Histología. Responsable de Proyecto: Pepa Rodrígues Colunga ([email protected]), 2001-2002 Departamento de Morfología y Biología Celular, Universidad de Oviedo. www.uniovi.es. [email protected]
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Adenda: La Luz, el Ojo y el Color
Color | Longitud de onda | Frecuencia |
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rojo | ~ 625-740 nm | ~ 480-405 THz |
naranja | ~ 590-625 nm | ~ 510-480 THz |
amarillo | ~ 565-590 nm | ~ 530-510 THz |
verde | ~ 520-565 nm | ~ 580-530 THz |
cian | ~ 500-520 nm | ~ 600-580 THz |
azul | ~ 450-500 nm | ~ 670-600 THz |
añil | ~ 430-450 nm | ~ 700-670 THz |
violeta | ~ 380-430 nm | ~ 790-700 THz |
[*]
A efectos prácticos la luz se comporta como una onda. La longitud de onda es un parámetro físico por el que se determina el "tamaño" de dicha onda y que, en el caso de la luz visible, se mide en nanómetros. El espectro de luz visible para el ojo humano es el comprendido entre los 380 nanómetros (que corresponde a la luz violeta) y los 740 nanómetros (luz roja). Los tres tipos habituales de rodopsina humana se estimulan ante longitudes de onda de 420 nm (que correspondería al color violeta), 534 nm (verde) y 564 nm (amarillo) -aunque generalmente se designan como correspondientes al azul, verde y rojo, o simplemente como rodopsinas de onda corta, media y larga. Estas rodopsinas se encuentran, por separado, en las células de la retina conocidas como conos.
Más adelante tendremos oportunidad de describir con mayor claridad los procesos que tienen lugar, desde la recepción de la luz, hasta la elaboración de la percepción del color. Un dato significativo es que el cerebro realmente elabora los colores; cuando se mezclan luces de distintas longitudes de onda, el color percibido no se corresponde con el que debería percibirse, atendiendo a los datos físicos. El efecto óptico del dibujo de la derecha consiste en percibir como diferentes los círculos naranjas, así como los cuadrados grises que los rodean, cuando en realidad son exactamente iguales (aunque no lo parezca. Si tienes un editor de imágenes, copia este dibujo en el editor, recorta los cuadrados con el círculo naranja, y arrástralos hasta que queden uno al lado del otro. Merece la pena. Tanto los círculos "naranjas", como el color "gris" de los cuadrados correspondientes, tienen exactamente el mismo color en ambos casos. Exactamente el mismo. Sé que te negarás a creerlo hasta que lo compruebes).
Chema Nieto, The Funky Neuron Project
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