El proyecto educativo europeo, en palabras de Andrés Piqueras (profesor titular de sociología de la Universitat Jaume I de Castellón) es la education business, “donde la formación sustituye a la enseñanza, las competencias al conocimiento y la empleabilidad a la cualificación.”
Aunque el tono de la descripción es inevitablemente peyorativo, “formación”, “competencia” y “empleabilidad” no son por sí mismos conceptos negativos, ni siquiera cuando contrapuestos a los, tal vez más románticos, "enseñanza", "conocimiento" o "cualificación".
Pero ¿a qué se debe tanta agresividad? ¿Qué es el Plan o el Proceso Bolonia? Para entenderlo resulta pertinente comenzar respondiendo a una pregunta más básica; ¿qué es, o qué debería ser, la Universidad?
Ortega y Gasset, en un texto imprescindible (Misión de la Universidad, de 1930), explicita los objetivos que debería perseguir la Universidad española. Resulta necesario hoy revisar con detalle este escrito. Entre los objetivos que describe Ortega y Gasset se encuentran los siguientes:
- Se
entenderá por Universidad stricto sensu
la institución en que se enseña al estudiante medio a ser un hombre culto
y un buen profesional.
- Se
evitará que el estudiante medio pierda parte de su tiempo en fingir que va
a ser un científico. A este fin se eliminará del torso o minimun de estructura universitaria
la investigación científica propiamente tal.
- Las
disciplinas de cultura y los estudios profesionales serán ofrecidos en
forma pedagógicamente racionalizada –sintética, sistemática y completa-,
no en la forma que la ciencia abandonada a sí misma preferiría: problemas
especiales, “trozos” de ciencia, ensayos de investigación.
- No decidirá en la elección del profesorado el rango que como investigador posee el candidato, sino su talento sintético y sus dotes de profesor.
Describe, además, la necesidad de que la investigación científica rodee, nutra y conforme el ambiente universitario, y afirma que la Universidad debe asumir la responsabilidad de proporcionar una información que ayude a conformar la opinión pública, antes que relegar esta misión a los medios de comunicación.
En todo caso, el primer punto señalado, la propia definición de Universidad, supone ya una bofetada a nuestro actual sistema de enseñanza. En el mismo texto, Ortega y Gasset escribe, "El carácter catastrófico de la situación presente europea se debe a que el inglés medio, el francés medio, el alemán medio son incultos, no poseen el sistema vital de ideas sobre el mundo y el hombre correspondientes al tiempo. Ese personaje medio es el nuevo bárbaro, retrasado con respecto a su época, arcaico y primitivo en comparación con la terrible actualidad y fecha de sus problemas. Este nuevo bárbaro es principalmente el profesional, más sabio que nunca, pero más inculto también –el ingeniero, el médico, el abogado, el científico.”
Y añade, incidiendo en la contraposición de hombre sabio y hombre culto, “Cultura general. Lo absurdo del término, su filisteísmo, revela su insinceridad. “Cultura”, referida al espíritu humano –y no al ganado o a los cereales–, no puede ser sino general. No se es “culto” en física o en matemática. Eso es ser sabio en una materia. (…) Cultura es el sistema vital de las ideas en cada tiempo. Importa un comino que esas ideas o convicciones no sean, en parte ni en todo, científicas. Cultura no es ciencia. (…) La Universidad contemporánea ha complicado enormemente la enseñanza profesional que aquélla en germen proporcionaba, y ha añadido la investigación quitando casi por completo la enseñanza o transmisión de la cultura.”
La Universidad debe transmitir cultura, no sólo conocimientos. Y debe, como contrapartida, podar de sus contenidos generales aquellas materias propias de la investigación científica. La formación de las profesiones intelectuales debe ser tal, estructurada por pedagogos antes que por investigadores, capaz de formar a profesionales competentes en su campo, y no pretender, falsamente además, que los alumnos puedan asimilar los conocimientos propios de todas las especializaciones técnicas de una profesión.
Los miedos que expresa Andrés Piqueras, que los nuevos planes de estudio sustituyan “enseñanza” y “conocimiento” por “formación” y “competencias”, hacen alusión a la pérdida por parte de la Universidad de su función como transmisora de Cultura. Sin embargo, lo cierto es que hoy esa función universitaria no existe. Ni siquiera en la educación secundaria, en la que se ha sustituido ya la transmisión de Cultura por la especialización temprana, que pretende proporcionar herramientas técnicas necesarias para que los alumnos puedan enfrentarse con éxito a la superespecialización universitaria.
El Plan Bolonia no modifica de manera fundamental la situación actual
de la Universidad española. Pretende únicamente compatibilizar los estudios
superiores en el territorio europeo. Existe, eso sí, una poda, especialmente en
estudios de humanidades, aún presentes en nuestra Universidad, que ya han sido
descartados, tristemente, por muchas de las Universidades de la comunidad
europea.
Para conseguir la compatibilización de los estudios universitarios se pretende implantar el sistema de créditos y de grados. El sistema de créditos, aunque ciertamente caótico para casi todos los estudiantes, ya nos resulta familiar. El sistema de grados permite una superespecialización progresiva, y progresivamente cara.
Fuera de esto el gobierno español intenta incluir, como si formase parte del mismo Plan Bolonia, otras modificaciones. La formación universitaria dirigida por y hacia empresas particulares es una de tales modificaciones. Con ello la misión universitaria de transmisión de Cultura desaparece, incluso del marco teórico. Y además la formación de profesionales generales, capaces de trabajar como tales o de especializarse en áreas particulares de su profesión, es degradada a favor de la formación de técnicos capaces de realizar trabajos específicos, preseleccionados por las propias empresas, a las que se dirigirán, inevitablemente, estos técnicos reconvertidos en ganado laboral.
Resulta necesaria, ciertamente, una revolución en la Universidad española. Pero una revolución que se centre en la necesidad de formar a profesionales generales competentes, con aplicación de criterios pedagógicos en la transmisión tanto de conocimientos teóricos como prácticos, y que no olvide, como parte fundamental de los estudios universitarios, la misión de transmitir Cultura, además de conocimientos específicos.
Desgraciadamente, la education business que menciona Andrés Piqueras, es la realidad que viene. Parece justificada incluso por la masificación actual de las Universidades. Y no es que haya pocas Universidades. En 1930 el acceso a la Universidad era elitista y muy raro. En 1950, cuando sólo la mitad de la población española había sido escolarizada, la situación no había variado. Desde 1970, con la implantación de la Educación General Básica, se produce una nueva generación de niños que tendrá, por fin, acceso a la Universidad: nada menos que uno de cada tres de estos niños cursará estudios universitarios.
Hoy sufrimos la degradación de los profesionales intelectuales precisamente por el exceso de oferta. La empresa demanda técnicos, no universitarios. Esta realidad práctica debe ser asumida, pues no resulta disfuncional en sí misma. Lo disfuncional es que, en vez de estimular la formación técnica, se decida degradar la formación universitaria. Porque en esto consiste en realidad la formulación española del Plan Bolonia; en reconvertir las Universidades, definitivamente, en escuelas de formación técnica. La formación de hombres sabios se diluye y la formación de hombres cultos simplemente desaparece.
Chema Nieto
Referencias:
Andrés Piqueras (2009), El
negocio de la educación. Le Monde
Diplomatique en español , 164, junio.
José Ortega y Gasset (1930), Misión de la Universidad (www.esi2.us.es)
Julio Almeida, Universidad Razonable. Cuenta y Raz'on del Pensamiento Actual, 129 (www.cuentayrazon.org)