Multiculturalidad y Democracia
28/04/2009
Reproducimos a continuación el texto original, de Educación Secundaria Obligatoria (Gijón, 2007, colegio concertado), que motiva la presente reflexión. Las mayúsculas son añadidas. Señalar que, textos como éste, me hacen meditar en la necesidad de instaurar una educación ciudadana... dirigida a profesores y padres. “Breve historia del multiculturalismo:
A modo de aclaración
La protección de los derechos fundamentales de las minorías y de los individuos, incluso cuando dicha protección pueda contravenir la 'regla de la mayoría', supone uno de los pilares en los que se fundamentan las democracias occidentales. Así, nuestra democracia, entendida tanto como forma de organización política o como estilo de convivencia y organización social, establece el marco en el que entender las relaciones individuales y grupales, definidas en todo caso como igualitarias y no como derivadas de la articulación de fenómenos de dominancia y sumisión.
La cultura prevalente -que no dominante- en una sociedad democrática se verá así confrontada, en términos de igualdad, por aquellas otras culturas, aborígenes o inmigradas, que, dentro de los márgenes establecidos por la ley y asumiendo la norma constitucional, se asimilarán o se verán asimiladas en base a los valores reales o imaginarios que aporten, pero nunca por relaciones de dominancia establecidas a priori.
En este sentido, el advenimiento del politeísmo cultural no puede sino enriquecer el acervo cultural prevalente, incluso en aquellos casos en que las culturas minoritarias pretendan preservar a toda costa su propia identidad. La sola expresión de los diversos patrimonios culturales posibilitará la comparación, el análisis y hasta la posible evolución -en la cultura preponderante o en la minoritaria- de conceptos atávicos, basados en la ciega observancia de la costumbre y, sin embargo, disonantes con el sentir o el uso social. De esta forma, lejos de ser un problema, la defensa de identidades y valores culturales diversos supone una oportunidad para el desarrollo individual y social, tanto cuando dichas divergencias son finalmente rechazadas como cuando son aceptadas o asumidas.
Sólo la interpretación perversa del concepto democrático permite pretender que las culturas minoritarias han de capitular ante la mayoría “dominante”. Tal vez sea necesario recordar, una vez más, que la propia definición democrática asume el respeto a las minorías como parte integral y necesaria, y que el marco en el que una sociedad democrática se desenvuelve es el que establece su constitución; una constitución en la que, afortunadamente, caben diversas y hasta contradictorias formas de expresión cultural.