En la primavera de 2006 nace en el barrio de La Latina el Comando Colleja. De ánimo aleccionador, los integrantes del comando se comprometen a collejear a todo aquel que no se responsabilice de sus propios actos.
Casi todos los grupos pro o contra lo-que-sea ofrecen una definición (moral o pragmática) de lo que consideran 'bueno' o 'malo'. Bueno es proteger a los animales, malo es ser negro o inmigrante, bueno es evitar el jamón, malo es ser del Sevilla, etc. El Comando Colleja se distingue de otros grupos en dos aspectos fundamentales. El primero es defender un valor, la responsabilidad, antes que posicionarse con respecto a acciones concretas o características particulares. El segundo es decantarse por una acción positiva e inmediata, la colleja.
Resulta inevitable sospechar que el comando es violento. De hecho ya han surgido disensiones graves dentro del propio movimiento que abogan por soluciones más extremas. El ejemplo más radical lo conforman los disidentes del 'Ratatatatá', quienes consideran necesarias medidas terminales para con ciertos individuos y tachan de blandas las collejas y sus motivos. Afortunadamente, los escrúpulos de estos disidentes impiden que este subgrupo se convierta en un comando de 'profesores del terror'.
Sin embargo, ni el espíritu ni las medidas propuestas por el Comando pueden considerarse violentas. De un lado el espíritu es claramente aleccionador y como tal entronca con las utopías ilustradas que pretenden lograr un mundo mejor mediante la educación. De otro lado la propia ley ampara la colleja como forma adecuada de corrección. La Audiencia Provincial de Jaén sentenció en su momento que "la colleja no tiene entidad suficiente para ser considerada como un acto (violento) o uso de violencia". Además, la misma Audiencia defiende el "derecho de corrección" del profesor y considera que la colleja "no sobreapasa los límites de ese derecho".
En este sentido cualquier individuo, por el hecho de cohabitar en sociedad, se convierte inevitablemente en profesor o modelo, tanto por sus acciones como por sus omisiones (negarse esta cualidad como individuo social es en sí mismo una irresponsabilidad y como tal punible, con una colleja, claro). Para el Comando Colleja corregir no es sólo un derecho sino un deber y así collejear al irresponsable supone un deber ciudadano.
El Comando Colleja articula el tema de la irresponsabilidad punible sobre la aceptación -tácita o explícita- de que la única educación social posible y necesaria es aquella encaminada a estimular la responsabilidad individual. Se rechaza así la instrucción moral (como inadecuada, innecesaria o incluso contraproducente), negándose tanto el derecho como el deber de educar al 'otro' en este sentido. Surgen tangencialmente dos temas significativos, como son la construcción de éticas personales y el significado de libertad (del individuo en la sociedad), revelándose en cualquier caso la responsabilidad como el pilar singular sobre el que se sustentaría el ciudadano libre.
Resulta difícil conversar con un miembro del Comando sin recibir alguna que otra estimulante colleja. La irresponsabilidad impregna de manera sutil pero poderosa los modos de pensar y comprender la realidad, muy especialmente en las así llamadas democracias occidentales, pero no sólo; desde la pretensión de beneficios no merecidos, la delegación de responsabilidad en los jefes, las minorías, las corporaciones, las conspiraciones, los gobiernos o la coyuntura económica global, hasta la prisa, reconvertida en excusa para no atender a las consecuencias de los propios actos, son apenas discretas cojeras compartidas por los individuos de sociedades cada vez más aceleradas -aunque no se aprecie claramente en qué dirección.
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Nota: existe un Comando Colleja anterior, creado por Gork@ Limotxo aparentemente en 2004, sin ninguna relación con el aquí expuesto