Me he quedado pillado con una pregunta que el otro día repetía el doctor Carbonero, insistentemente, en uno de sus habituales viajes endorfínicos; "¿dónde está el Islam moderado?", decía, "¿dónde están los moros buenos?".
Y es que no existen. Uno enciende la tele y no hay ni un musulmán que no tenga una metralleta en la mano, que no esté lanzando piedras o gritando, quemando banderas, lanzando soflamas, amenazando de muerte o cumpliendo sus amenazas. De vez en cuando aparecen imágenes de críos en la escuela, pequeños musulmanes en las madrasas, que así las llaman. Estas imágenes son aún más espeluznantes, pues siempre aparecen con una voz en off que nos 'explica' que en dichas escuelas se les inculca a los niños el odio a occidente.
No cabe duda, pues, de que la gran mayoría de musulmanes que salen en la tele están sedientos de sangre. Y esto es preocupante. Lo de la tele, claro, porque a menos que nos informemos mejor (qué rollo, lo sé, eso de que no baste con ver las noticias de la tele) tenderemos a pensar que todos los musulmanes son unos criminales fuera de control.
En España estamos viviendo una dicotomización agresiva e injustificada a nivel político que está consiguiendo radicalizar a una opinión pública que, a falta de datos o argumentos, termina esgrimiendo consignas o eslóganes de uno u otro color. En la cuestión del terrorismo islámico se enfrentan dos soflamas majaderas. Por un lado, la cantinela estúpida, por racista y xenófoba, del "muerte al moro" (o la más light del "moro pa tu puta casa"), camuflada bajo la políticamente más correcta -y american-friendly- "guerra al terror". Por otro lado, el sindiós de propuesta cobarde y colaboracionista de la llamada "alianza de civilizaciones". Si bien esta última llama a un mayor conocimiento del mundo musulmán, lo cierto es que, en la práctica, supone la capitulación (con réditos económicos, eso siempre) ante regímenes intolerables como el iraní.
Las dos líneas oficiales de pensamiento hispano -y occidental para el caso- se basan en una ceguera, intencionada o no, de lo que es la religión musulmana o la situación actual del mundo árabe y de Oriente Medio. Esto hace que los autodenominados hombres de izquierdas se hipersensibilicen remilgadamente ante cualquier posibilidad de ofensa cultural, mientras que las derechas ofenden simplemente, desde la ignorancia o el desprecio; los unos aliándose con los líderes más abyectos, los otros repartiendo mandoble sin mirar a quién.
Encontrar al moro bueno, o al Islam moderado de Carbonero, podría conseguir que los unos supieran ante quién mostrar su sensibilidad ¡y ante quién mostrar el cuchillo!, y que los otros... en fin, no tengo mucha confianza en esos otros de insulto rápido y gatillo fácil, aunque para ser sinceros tampoco me fío un pelo de la izquierda melindrosa y victimista (pero vaya, yo es que entre los proselitistas no comulgo ni con los ateos).
¿Dónde está pues el moro bueno? La verdad es que está ahí, aquí y allí, acojonao, vapuleao, silenciado por moros y cristianos, por hipersensibles y por asesinos. El ayatolá Borojerdi es unos de ellos.
El Ayatolá Borojerdi, un "moro bueno"
Este es un curita chií, de los de turbante, hostigado y amenazado de muerte en Irán por predicar desde su púlpito que la Velayate Fiqah de Joemini no es una norma musulmana. Esta norma es la que sitúa al líder religioso como líder político absoluto y que Jomeini declaró para zancadillear al ayatolá Montazeri (hoy nonagenario y aún en arresto domiciliario por oponerse a la misma) y así hacerse con el control del país persa tras el derrocamiento del Shah.
El caso es que Borojerdi se ha hecho famosillo por escribirle una carta abierta al Papa de Roma, denunciando los crímenes y barbaridades que se sufren a diario bajo el régimen iraní y las agresiones y amenazas que ha recibido personalmente por predicar la separación de religión y estado desde su púlpito. Pero hablar en Irán se paga caro y así es que se oyen pocas voces disidentes y sabemos de pocos "moros buenos" por aquellos lares. En cualquier caso, lo tiene jodido el bueno de Borojerdi; el régimen iraní lleva torturando y matando voces discordantes desde hace años, al tiempo que extiende, en nombre del chiísmo, su particular anti-occidentalismo (a lo que occidente responde bien atacando a los chiíes, o incluso a todos los musulmanes, o bien aceptando este tipo de regímenes por exóticos o culturalmente diversos).
Permitidme una nota en relación a la separación de religión y estado. Si bien es cierto que muchos musulmanes abogan por la existencia de estados islámicos, lo que defienden sin embargo no tiene nada que ver con el régimen iraní y sí se parece en cambio a la situación actual de la Iglesia Católica en España. Hoy, en España, un 0.7% de nuestros impuestos se destina directamente a la Iglesia Católica (lo que se enfrenta a un porcentaje más de cien veces inferior que se dona a las religiones musulmana, protestante y judía, quienes reciben la cláusula adicional de no poder dedicar esos fondos a pagar los salarios de clérigos o actividades de culto -lo que en cualquier caso parece el tipo de ayuda estatal adecuado en un país "laico" como el nuestro). Atendiendo a la información de elpais.es "además de esta asignación tributaria, el Estado financia cada año con más de 3.000 millones según el propio Ejecutivo (el doble si se hace caso a cálculos independientes), gran parte de las actividades de la Iglesia romana en educación, sanidad, asistencia social, más los salarios del profesorado de catolicismo -15.000 docentes- y los del millar de capellanes hospitalarios, penitenciarios o castrenses (sí, la sanidad española destina parte de su presupuesto a pagar el salario de los capellanes que rondan los hospitales). Diferentes administraciones públicas, sobre todo autonómicas, aportan además, cada año, decenas de millones de euros para la conservación del ingente patrimonio inmobiliario eclesiástico".
Ahmed Shah Masud, un "moro bueno"
En fin. En un contexto parecido al español es con el que soñaba el comandante Ahmed Shah Masud cuando defendía la República Islámica de Afganistán.
Masud era un tipo atractivo, carismático, musulmán de cuarentaypico, religioso pero no predicador, héroe de la guerra contra los soviéticos en Afganistán; un muyaidín como los que salen en cualquier peli de Rambo.
Después de vencer a los rusos tuvieron que luchar contra el régimen comunista impuesto tras los acuerdos soviético-estadounidenses. En 1992, los muyaidines logran finalmente el poder en Afganistán y nombran un gobierno provisional, bautizan de Estado Islámico a su país y, sorpresa, deciden democratizar la nación.
Pero apenas tienen tiempo.
Sus intentos de articular una verdadera república, protegiendo las libertades individuales y mejorando la situación de la mujer (derecho a voto, acceso al mercado laboral) se ven confrontados con la pronta invasión talibán.
Los talibanes son una banda; puritanos fanáticos entrenados, financiados, armados y tutelados por Pakistán y Estados Unidos (John Burns: “habrá oleoductos, un emir, ningún parlamento y mucha Shari’a. Podemos aceptar todo eso”). Parece una conspiranoia, pero no los es. Los intereses comerciales norteamericanos se verían mermados ante naciones modernizadas, democráticas y exigentes en derechos, motivo por el cual se trunca la modernización de Irán, en los años 70, permitiendo la eliminación del Sha y facilitando el acceso, no a los comunistas, claro, sino a los islamistas radicales de Jomeini. Y motivo por el cual, el Afganistán democrático que Ahmed Sha Masud podría ayudar a desarrollar, debe ser eliminado.
Al inicio de la confrontación entre el gobierno provisional afgano y los talibanes, los medios de comunicación occidentales no dejaban nada claro quienes eran los "buenos", a pesar de que unos defendían un gobierno democrático y los otros pretendían un golpe de estado. Pero los talibanes se desmarcaron rápidamente con sus brutales tropelías, incluyendo el encarcelamiento de las mujeres bajo los infames burkas. Fueron los burkas, y no la sangre, lo que consiguió despertar a la adormilada opinión pública americana, obligando finalmente al gobierno estadounidense a condenar a los talibanes. Lo cierto, sin embargo, es que más allá de la condena verbal, Estados Unidos evitó cualquier acción en la guerra de Afganistán y permitió, de facto, que Pakistán, aliado de EEUU, continuase con su invasión del país mediante la financiación de los talibanes.
El comandante Masud vuelve a las armas. Repetirá una y mil veces que los talibanes no son musulmanes sino bestias, que Pakistán es el verdadero instigador de esta locura, que Osama bin Laden (sí, el mismísimo Osama) ha invertido una fortuna para pagar mercenarios y hacerse con el control del país (con el control del narcotráfico del país, se entiende) y que la inacción de Estados Unidos (y de Europa) es una inmoralidad y atenta contra los propios intereses occidentales.
Pero no fue escuchado. En sus últimas entrevistas (2000 y 2001) repetía una y otra vez que la solución al problema afgano no era militar sino política (1); rogaba a los Estados Unidos para que presionasen a Pakistán, cuyos soldados, aliados con los mercenarios de Osama, eran los que realmente controlaban el país; aseguraba que no deseaba recibir armas o munición a pesar de estar manteniendo una batalla tras otra y que la presión sobre Pakistán era mucho más importante que la entrega de armas a sus propios hombres (2).
De no haber sido asesinado dos días antes de los atentados contra las torres gemelas, Estados Unidos habría tenido que reconocer a Masud como aliado; el comandante al que habían abandonado tras la retirada soviética; el comandante que no quería armas americanas y que acusaba a la gran potencia de haber olvidado su responsabilidad moral sobre la gente de Afganistán (3).
Masud era un musulmán que deseaba un Afganistán Islámico y que, al mismo tiempo, defendía la Democracia como forma política y la libertad como objetivo individual; un tipo que en las tierras sobre las que mantuvo el control facilitó la formación de estructuras políticas modernas, como las Suras, repartiendo el poder político de las pequeñas comunidades entre grupos de dirigentes electos, y que mejoró la condición de la mujer, social y laboralmente, sin contradicción religiosa alguna.
Masud era un tipo que sin duda no encajaba en la actual simplificación de islamista en fanático. Una simplificación que permite continuar, con el apoyo de buena parte de la opinión pública, esta absurda “guerra contra el terror” -que lo único que ha conseguido es aumentar el miedo y el horror a este y al otro lado de la fortaleza occidental.
Vaya, cómo me enrollo. Y ni siquiera he mencionado a Abdul Gaffar Khan, el vejete simpático que aparece en una de las primeras fotos de este artículo, otro "moro bueno"...
En fin, respondiendo a mi amigo Carbonero, sí, claro que hay "moros buenos", por todas partes, en todos los países, incluso aquí, en España. Salen, a veces, en la Dos, no en las noticias de la Uno. Y cuando los vemos, nuestros propios prejuicios transforman al personaje, un tipo peligroso en el fondo, seguro, que alberga un deseo absurdo de reconquista del suelo ibérico y un odio callado hacia todo lo occidental...
Chema Nieto
* Leer comentarios de esta entrada para información histórica en relación a Afganistán, desde la invasión Rusa hasta la llegada de EEUU, y su relación con los talibanes, Masud y sus muyaidines.
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