Los bilingües tienen doble personalidad. No es coña. Ha salido en el Scientific American.
Y es verdad. En fin, algunos ya sospechaban algo raro en vascos y catalanes... Pero lo cierto es que cada lengua supone un marco específico, limitante en muchos sentidos, lo que hace que hasta parezca razonable mostrar una personalidad diferente según el idioma en el que hablemos. Fijaos si no; en castellano tenemos ciento y pico formas diferentes de llamar a alguien gilipollas mientras que los esquimales tienen ochenta y tantas palabras para describir la nieve. Está claro de qué van a hablar unos y otros.
Pero no es esta la cuestión.
El tema es que un tipo que estudiaba en la universidad de Tejas intentó ligar con un par de venezolanas que estaban buenísimas. Se le ocurrió contarles que estaba haciendo un estudio psicológico (el tipo tenía pocos recursos, es cierto) y les pasó unos tests de personalidad (ya sabes, de esos que salen en el Cosmopolitan, con preguntas tipo ¿eres ardiente, exigente o Ana Botella?, ¿el tamaño te importa... cuánto?). Bueno, el tipo maqueó un poco las preguntas y se lanzó. Les pasó un montón de tests; en castellano, en inglés, de colores, en dvd... el caso es que no funcionó. Él les hablaba en sexo y ellas le respondían en matrimonio. No se entendían, vaya.
Las venezolanas volaron pero dejaron a nuestro amigo con un buen taco de preguntas y respuestas. Al leerlas (porque las leyó después de todo, el pobre se aburría) descubrió algo curioso; los tests que las venezolanas habían respondido en castellano mostraban personalidades más bien timidillas pero aquellos que habían rellenado en inglés daban como resultado personalidades más salidas que el pitorro de un botijo (claro, en este punto el tipo se maldijo por haberles hablado siempre en castellano a las venezolanas).
Total. El tipo se interesó en el tema y acabó haciendo un trabajo que publicaron en el Scientific American. En el artículo final habla de la naturaleza contextual de la personalidad y de su maleabilidad y concluye que los latinos, cuando hablan en inglés, muestran una personalidad más extrovertida y complaciente que cuando hablan en castellano.
---------
En fin, que aunque parezca una chorrada es una verdad como un pino; cuando hablas en una segunda lengua tu personalidad se transforma realmente, en mayor o menor medida, y casi siempre en el sentido de mayor extroversión.
Y no sólo eso; simplemente cuando cambias de acento y hablas con un deje cubano, argentino, marroquí o franchute tu personalidad se transforma igualmente y en esta transformación el aumento de extroversión parece también una constante.
Ocurre algo parecido cuando imitas a un personaje; de alguna forma te conviertes un poco en él. La peña que imita a Torrente por ejemplo realmente se vuelve un poco más cerda y cachonda (solamente mientras lo imitan, por fortuna).
El otro día echaban un reportaje en el que entrevistaban a un pavo con una pinta de pardillo increíble; tímido, tieso y con tremenda cara de susto. Más tarde, vestido con un pelucón inmenso, taconazos y ropa de mujer, comentaba con pasión y sorpresa que cuando se travestía se transformaba completamente (¡y tanto!) y que era capaz de hacer y decir cosas que jamás se atrevería soñar con hacer o decir en circunstancias normales.
Hay gente que expresa el deseo ocasional de cambiar, mujeres que cuentan cómo les gustaría irse a alguna parte donde poder romper con todo y empezar de cero; cortarse el pelo, plantarse con una minifalda y... Pero no puede ser; resultaría muy extraño cambiar de repente la forma de vestir, los gustos, la personalidad.
Es cierto que en muchas ocasiones nuestro sentido de la coherencia -o de la vergüenza- consigue evitar este tipo de cambios. También es cierto que muchas veces esa misma coherencia puede ser una cárcel.
En cualquier caso no deja de resultar cuando menos sorprendente que para hacerse más extrovertido baste con cambiar el acento. Sin pastillas. Uno se pone a hablar con acento gallego, madrileño o rumano y, sin poder evitarlo, ahí está; somos los mismos (o parecido) pero menos tímidos.
Y bueno, ser "los mismos" está supravalorado en cualquier caso. Por un lado porque cambiar es inevitable; lo hacemos constantemente, para bien y para mal. Y por otro lado porque ser "los mismos" es, en muchas ocasiones, una imposición que tiene más que ver con las categorías impuestas por quienes nos rodean (tanto las reales como las que imaginamos) o con aquellas que nos imponemos (por motivos sociales o de conveniencia) que con nuestras propias preferencias.
--------
Por cierto, si se te ocurre pasar un día entero hablando con un acento extraño, escríbeme y cuéntame la experiencia (no es que quiera ligar, oye; es simple curiosidad).
copyright fotos Oleg