Israel lleva siete días bombardeando el Líbano en un ataque con el que, según dicen, pretenden acabar con los integrantes de Hizbullah, "de una vez y para siempre", al tiempo que hostigan la zona palestina de Gaza, solidarizada con los guerrilleros del norte. La acción israelí ha sido tan agresiva, inesperada e injustificada, que tal parece una provocación.
Una provocación que podría obligar a Irán -principal financiador y defensor de Hizbullah así como de distintas organizaciones pro-palestinas- a entrar en una guerra que tiene perdida de antemano; una guerra que Estados Unidos espera con impaciencia desde antes incluso del 11-S.
El Líbano no puede y no va a defenderse de los ataques israelíes contra su territorio. Además Israel afirma que no lucha contra el Líbano sino contra los integrantes de Hizbullah. Probablemente este ataque no habría sido posible hace un año, con la presencia de tropas sirias en el Líbano, pero los sirios se retiraron sorprendentemente en 2005 tras el escándalo de su implicación en el asesinato del dirigente libanés Hariri, después de quince años de control militar sobre el Líbano.
Estados Unidos por su parte viene presionando a Irán desde el 11-S, con la inclusión del país en el "Eje del Mal" y últimamente con los intentos de paralización del programa nuclear iraní. Por su parte el presidente iraní Ahamdineyad y la cúpula religiosa del país han asumido el enfrentamiento con Estados Unidos convirtiendo el conflicto nuclear en cuestión de honor, amparados por los intentos dialogantes de Europa, al tiempo que continúan su particular campaña de odio contra Israel y los Estados Unidos.
En este contexto, de iniciar los americanos un ataque contra territorio persa, el hervidero de setenta millones de chiítas iraníes haría que la actual resistencia iraquí pareciese un juego de niños. Sin embargo Estados Unidos parece estar dispuesta a confiar en la creciente ola de resistencia iraní, conformada mayoritariamente por una población de jóvenes francamente descontentos con el actual régimen, que serviría de quinta columna en una previsible guerra contra Irán. Una guerra que, de iniciarla Irán, se convertiría en una guerra defensiva -para ayudar a Israel-, más justificable en foros internacionales y nacionales americanos así como más viable a efectos tácticos que un ataque directo contra Irán.
La segunda opción y claramente la más razonable es que Irán no se implique en los enfrentamientos entre Israel y Hizbullah. Los posibles aliados no parecen hoy ni fiables ni dispuestos; Siria, Jordania, Egipto... ¡Iraq!
Irán se ha quedado aislada y aunque sus gritos oficiales de 'muerte a Israel, muerte a Estados Unidos' deberían forzarla ahora a defender a sus protegidos de Hizbullah no parece que puedan encontrar los arrestos necesarios para iniciar una guerra en estas condiciones. Queda por ver cómo Israel y Estados Unidos logran capitalizar esta cobardía. Y queda por ver cómo Israel va a controlar la progresiva escalada de odio que sus ataques están generando.
Hoy, dieciocho de julio, los bombardeos sobre el Líbano continúan.