El terrorismo es básicamente el ejercicio del poder a través del terror, de la intimidación, de la violencia. Tengo un amigo al que un día, sentado en un bar de San Sebastián, se le acercó un tipo al que conocía del barrio, de cuando eran críos, y tras un escueto saludo le espetó que a su padre lo iban a matar; "Como siga por ahí nos lo cargamos". Y nos preguntamos si la Kale es terrorismo o no...
Ahora bien, existen distinciones; a los que ejercen el poder a través del terror, a los terroristas, los podemos clasificar según dos tipos fundamentales, esto es, los 'hijoputas' y los 'ingenuos'. El del ejemplo es un 'hijoputa', alguien que utiliza la intimidación y la violencia para ejercer poder sobre otros sin otro beneficio que el personal. El 'ingenuo' en cambio es aquel que sinceramente piensa que a través de la intimidación puede conseguirse un beneficio político; desde Pinochet, que pensaba que asesinando 'barbudos' conseguiría orden y estabilidad, a los batasunos, que creen que aterrorizando a la gente conseguirán un país libre, no es difícil encontrar ejemplos de terroristas ingenuos. Me dirán que están mezclados hijoputas e ingenuos y que nunca se es lo uno sin ser un poco de lo otro, y probablemente lleven razón.
Claro que hay otras formas de ejercer el poder a través del terror. Pirandello hablaba de la democracia como "la tiranía disfrazada de libertad"; "Cuando son muchos los que gobiernan" -decía hace más de cien años por boca de Matías Pascal- "sólo piensan en contentarse a sí mismos, lo que da lugar a la más odiosa y estúpida de las tiranías". Y lo cierto es que hoy nuestra democracia, tirana o no, se sostiene a través del miedo; tal vez no por la violencia explícita de las tiranías al uso, pero sí mediante la sutil intimidación de un sinnúmero de miedos.
Nos asusta por ejemplo perder el trabajo, que es nuestro pan y nuestra casa, y nos agarramos a él por muy esclavo que sea. Nos asustan las noticias que nos recuerdan con insistencia lo difícil que está el trabajo acá y la de muertos que hay por allá, mientras nos regalan el sueño de convertirnos en millonarios por un golpe de suerte o en cantantes mediocres pero famosos. Y así soñamos tonterías mientras nos asustamos por la llegada de inmigrantes que nos vienen a robar el trabajo, la suerte y los sueños. Y nos asustan también los americanos, los gitanos, el colesterol, los jóvenes o los pensionistas; nos asustan los médicos y los abogados (estos quizá con motivo), los cigarrillos, los policías y los rumanos. Nos asustan los moros y los maricones, locos peligrosos y enfermos contagiosos que ahora encima pretenden poder adoptar -no sé si los moros o los maricones, pero qué más da... ¡Vaya miedo!
Y así un día a algún asustado se le cruza el cable, agarra una pistola y se lía a pegar tiros; el 'hijoputa' porque sí, porque así se siente mejor el infeliz, y el 'ingenuo' porque quiere cambiar el mundo, pobre gilipollas, que no sabe que a la estupidez sólo le crecen polvo y miseria.
Lo malo es que tú y yo somos responsables de todo esto, de asustarlos y de asustarnos; somos responsables de ejercer la tiranía que imponen nuestros propios temores. Y es que como no consigamos liberarnos de nuestros patéticos miedos seguiremos igual, tú y yo, ejerciendo de terroristas, sí, como los otros, de hijoputas o de ingenuos, aunque sin pistolas.
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