A Modo de Epílogo (Notas al cuento On Postmodernism, publicado en The Bongobundos)
Existen diversas teorías que afirman que los nombres ejercen una influencia especial sobre el objeto nombrado, sea éste utensilio manufacturado, hallazgo, accidente geográfico, idea, esperanza o persona. En el caso de Margarito no cabe duda de que la Historia ha preferido olvidarlo, entre otros motivos, por lo grotesco que resulta un pirata feroz con un nombre tan floral. Tal vez el propio Margarito haya tratado de compensar con la piratería el peso de ese nombre injusto, desproporcionado, bufo, luchando así contra el destino que pretendieron fijarle en la cuna.
Sin embargo no trato de excusarlo. Maalouf escribe: "(...) pero la compasión se transforma a veces en complacencia. Aquellos que han sufrido la arrogancia del colonialismo, del racismo y de la xenofobia son perdonados por excesos que ellos mismos cometen por propia arrogancia nacionalista, por su racismo y xenofobia".
Efectivamente Margarito se torna pirata injusto, desproporcionado y bufo, convirtiéndose en el enemigo, en el destino mismo contra el que trataba de luchar. El visionario Nietzsche advirtió en su día que "luchando contra dragones debe cuidarse de no terminar convertido en dragón uno mismo". Tal vez Nietzsche escuchó siquiera casualmente el nombre del pirata, descubriendo en su germanismo natal similares o paralelos nexos jocosos.
Las islas maltesas que Margarito poseyó durante un tiempo son también muestra del efecto que produce un nombre sobre el objeto nombrado. Hace casi tres mil años, cuando los fenicios llegaron a Malta, es probable que las islas se conociesen con el nombre de Fggaar, sonido que posee ciertas cualidades relacionadas con el viento y que nos retrotrae a tiempos sangrientos, bárbaros, poco civilizados. Por motivos obvios (aunque incapaces de prever las consecuencias) los fenicios consideraron necesario rebautizar las islas y así las nombraron Malet, que significa Refugio.
De entre todas las posibles connotaciones de este nombre las islas no pudieron escoger; así se convirtieron en abrigo, protección, defensa, albergue, asilo; pero también en madriguera o guarida, escondite, retiro y hogar, agujero, presidio, recepto. El nombre, ambiguo, contradictorio, terminó por prostituir las islas que terminaron siendo refugio de cartagineses, romanos, bizantinos, árabes, cristianos, piratas, templarios, italianos, masones, napoleónicos, ingleses, independentistas, alemanes, globalizadores, granjeros, jipis...
Los halcones peregrinos, la propia isla de Malta o Margarito de Brindisi; acosados todos ellos por un nombre que les fue impuesto o robado, hostigados por el aparente azar de las palabras, por un destino que germina a partir de signos, que se diluye en signos, que finaliza por ellos.
Aquellas teorías que afirman que los nombres ejercen una influencia especial sobre el objeto nombrado terminan por reconocer que el hombre es imprudente a la hora de nombrar, lo cual resulta evidente por lo prolijo de nuestra nominalización y por los frutos, cuando menos extravagantes, que produce.
chema nieto. Sliema, Malta, Febrero de 2005
foto de Zairus: (costa Tarragona) + foto de Marian (hera): (Halcón Lanario)