CAPITULO DECIMO: Camino a La Valetta
Llegamos al puerto y tras entregarle los papeles a nuestro ya amigo del Virtu Ferrys -que correteaba tras las azafatas-, un policia cachondo nos pregunta si realmente queremos declarar que llevamos una 'casa de putas' en la parte de atras de la furgo (pues eso significa en italiano 'camara di foti').
El viaje nos lo pasamos embobados con una peli en ingles que no nos dejaron terminar; por favor, si alguien conoce el final de 'el futuro esta cerca', la del hijo del bombero muerto que habla con el por radio, como acaba?
Agotados, hambrientos y desubicados, llegamos a La Valetta. Parece precioso, pero nosotros solo podemos pensar en llegar a un hotel donde descansar.
Descubrimos a tiempo y por casualidad que aqui conducen por la izquierda, aunque despues de Italia dar las rotondas al reves es un mal menor.
Nos desplomamos en el Castle Hotel, medio muertos. Dios, una banyera! Es tan grande que floto en ella! Comer? Manyana. Preguntar? Manyana. Dormir? Oh, si, dormir.
CAPITULO UNDECIMO: Informacion y Turismo
Nuestro primer vistazo real a la ciudad es una privilegiada panoramica desde el comedor del hotel, con un gran desayuno y un banyo de sol en la terraza. La fotosintesis es realmente necesaria.
La oficina de informacion y turismo esta en el corazon del carnaval. Los ninyos corren de aqui para alla intentando ver a la vez ese desfile, aquel baile. El barullo nos deja a duras penas entender a la chica que nos recomienda un apartamento en Sliema.
No tengo un recuerdo claro de como logramos llegar a la casa, atravesando el intrincado laberinto de callejuelas que es Malta, y que ni siquiera se corresponde con los mapas.
Pero llegamos, instalamos los bartulos, y desde entonces, hace ya cuatro dias, apenas hemos salido de la cama.
Y no solo por equilibrar el presupuesto tras la increible cena a base de langosta en el Barracuda, donde celebramos el cumple de Chema con vino blanco -un error, le sienta fatal-, y vistas al mar. Sino porque estabamos literalmente muertos.
CAPITULO DUODECIMO: La Prisa Mata
Tal vez ahora, despues del letargo y si el tiempo, que amenaza tormenta, lo permite, podamos empezar a disfrutar la isla, a dejarnos acariciar por el color arena de sus casas y sus iglesias; a perdernos para aparecer cada dia en uno de sus mil puertos, con sus barcas multicolor bailando con las olas.
Tal vez ahora que termina este parto sin epidural que ha sido este texto, pueda empezar a pensar y escribir con claridad. Tal vez uno de estos dias partamos hacia Gozo, y pueda contarlo con esa calma que tienen las islas y que yo espero disfrutar a partir de ahora.
Calma, calma, la prisa mata. Que razon tenian los vendedores de alfombras de Marruecos.
FIN (del culebron)