CAPITULO CUARTO: ss-16 Adriatica
Toda esa parte de Italia nos parecio muerta, victima de un turismo que cada anyo la viola dejandola luego desatendida y sucia. Los pocos habitantes que le quedan se escondian tras las ventanas asustados tras una ola de frio poco habitual.
Apenas uno o dos valientes se atrevian a apartar la nieve de la entrada de sus casas con la manya del que no la ha visto nunca. Y para nosotros encontrar un bar desde donde contemplar el agua gris oscura del Adriatico depositando en oleadas basura sobre la playa fue toda una odisea.
[desde Pozzalo, donde Elisa termina su primer diario:]
Aqui termina y empieza una historia que no tiene principio ni fin, una fabula que se continua en otro diario, en otro momento, en otro instante perfecto.
Porque cada instante es unico, cada hoy es un ayer y un manyana, cada despedida es un saludo. Porque la realidad se desvanece y este momento nunca sera ningun otro.
Porque cada segundo somos distintos del anterior, y ese cambiar, ese caer por la espiral de matices que es el tiempo nos hace sentir mas vivos.
El sol me calienta la espalda, y la brisa del mar me llega como una caricia. Tal vez muchas otras veces el sol me haya calentado la espalda y la brisa me haya acariciado la cara, pero os aseguro que esta vez es la unica.
[fin del primer diario; comienza el segundo]
CAPITULO QUINTO: Canales y Bosques
El gondolero silva melodias de gondolero mientras nos besamos. Venecia desde el corazon de sus canales parece aun mas hermosa. El gondolero nos alienta a besarnos de nuevo bajo el puente de Rialto, el puente de los enamorados, el mismo puente sobre el cual compramos este diario que ahora empiezo.
Quizas por eso vuelvo a Venecia, o quizas no. Tal vez vuelva porque quiero volver, porque aun no he hablado de la Iglesia de Santa Maria dei Miracoli, construida enteramente con los marmoles restantes de San Marcos, ni del Ghetto judio con su silencio magico y repentino entre el bullicio. No he hablado del gran canal, que expone a la ciudad al mar abierto y la hace parecer un naufrago.
El gondolero silva melodias de gondolero mientras nos besamos. De una u otra forma se que volvere a Venecia muchas otras veces.
El paisaje revive al llegar a Gargano. Es una pequenya peninsula que sobresale a la mitad de la bota, recogiendose luego en el golfo de Manfredonia, y que nosotros apenas llegamos bautizamos como el Yucatan italiano.
Bosques verde pino recubren las montanyas suavizando sus formas; ruinas de castillos y horreos de piedra brotan apenas encuentran superficie donde apoyarse. El mar, de un negro azulado, como un escarabajo brillando al sol, reviente en espuma blanca al topar con acantilados de roca tambien blanca.
El Adriatico por fin descubre sus encantos. Los bares y hoteles siguen huerfanos de vida pero ya no importa; la belleza del Parque Natural lo compensa.
Volvemos a descansar frente al mar que parece el unico dique capaz de parar el ritmo de la furgo. Despertamos con un amanecer temprano, quizas porque estamos cerca de Otranto que es el pueblo mas al este de Italia y por tanto el primero en ver el sol.
Su casco historico de callejuelas empinadas nos invita a pasear. Arriba, su castillo y sus murallas continuan mirando al mar, defendiendo la ciudad de un enemigo que hace siglos se olvido de ella. Seguimos adelante, economizando las paradas porque cada pueblo nos invita a entrar; mira aquel castillo, y ese acantilado, y aquel palacio arabe en mitad de un pueblo pesquero.
La noche vuelve a caer pero no consigue ocultar ni el cinturon de Orion ni aquel pueblo imposible colgado de una montanya llamado Castaglione.
CAPITULO SEXTO: Castaglione
Llegar a Castaglione es lo mas parecido a montar en teleferico. Las casas estan tan inclinadas que los vasos solo se puede llenar hasta la mitad. Asi que, cuando casi en la cima, una pareja de estupefactos carabinieri se ofrecieron a mostrarnos el camino de vuelta, no pudimos mas que estarles agradecidos.
Nos acompnyaron durante veinte kilometros de montanya rusa, y tan sorprendidos estaban que solo al final, en la entrada de la autovia a Crotone, recuperaron los reflejos suficientes para hacernos algunas preguntas y revisar la furgo, no fuera que estuvieran escoltando a dos traficantes.
Dormimos en carretera y al despertar seguimos ruta hacia Reggio de Calabria. Llegamos ya entrada la noche.
Aqui hay que aclarar que si los italianos en general son unos locos del volante, los calabreses se llevan la palma. Sacan el permiso de conducir en los coches de choque de las ferias, de eso no me cabe ninguna duda. Duplicar los limites de velocidad es una norma; los ceda el paso son para el ultimo en meter el morro; para adelantar lo mejor es una doble raya continua sin visivilidad; y los semaforos son unas lucecitas que el ayuntamiento pone para dar color a la ciudad.
Asi que atravesamos las calles lo mas rapido que pudimos, saltandonos los limites de velocidad y metiendo el morro los primeros, y fuimos a refugiarnos al puerto para pasar la noche.
Las luces de una ciudad que brilla en frente nuestro nos despierta preguntas geograficas; "que diablos hay frente a Calabria, mas alla del mar? Sicilia! Es Sicilia la que resplandece sobre el agua!".
CONTINUARA...
Proximo Capitulo: Historias de Ferrys