Esto no tiene nada que ver con nuestro viaje... o tal vez si. El caso es que Ana nos cuenta esta historia desde Irán, donde está echando una mano (todavía) por lo de aquel terremoto que hubo en Bam hace un año. A pesar de toda la ayuda y del trabajo de los locales, la ciudad permanece prácticamente destruida.
A Nev, un fotógrafo amigo suyo que llevaba un tiempo trabajando en Bam, se le ocurrió conseguir cien cámaras (de las de usar y tirar) y entregárselas a cien personas de la ciudad para que realizasen fotos de su vida diaria. ¡Y lo hizo! ¡Consiguió las cámaras, las entregó, y la gente se dedicó a hacer fotografías!
Después hizo una selección de las mismas y las terminó llevando a Londres, donde la exposición fue un éxito.
Hace unos días trasladó la exposición a Bam, colocando las fotografías en la ciudadela, al aire libre, sobre caballetes de madera. Uno de esos vientos que sólo los más viejos saben preveer barrió anoche con toda la exposición.
Nev se levantó temprano y fue hasta la ciudadela sabiendo lo que iba a encontrarse; todas las fotografías desperdigadas por el piso de arena. Así que al verlas, atinó a proteger algunas de ellas colocándolas boca abajo y marchó a buscar al guarda para que le echase una mano.
No habían pasado diez minutos cuando regresó y se encontró que la gente que comenzaba a pasear por allí -y especialmente los niños- estaban todos atareados en recoger y ordenar cada una de las fotografías... ¡y se quedaban para verlas!
El ochenta por ciento de los habitantes de Bam han perdido familiares directos en el terremoto. Hoy los supervivientes tienen serios problemas incluso para encontrar comida. Y sin embargo aún tienen la curiosidad y la energía suficientes como para ver y proteger una exposición de fotografías de la ciudad.
Si pinchas aquí podrás ver las fotos; la gente añadió a cada una de sus fotografías un comentario que también podrás leer en la página (eso si, en inglés). Las imágenes no dejan de ser duras; los habitantes aún no se han recuperado del horror. Y sin embargo estas fotos son capaces de transmitir una alegría incipiente, algo así como un trocito de esperanza.