Dice Benedetti: "Una muchacha que se desnuda sin testigos para que sólo la miren el espejo o el sol, en realidad no está desnuda".
Eli se descojona; yo tampoco sé de qué estoy hablando. El hecho es que seguimos revolviendo por Cracovia, callejeándola, disfrutando los rincones tanto como los bullicios. A la izquierda teneis la plaza del Rynek; a la derecha, un pordioser ensayando.
Este cielo de invierno no da pa muchas fotos, pero aunque no podáis mas que imaginarlo, esta plaza es un bullir de gente, de voces, de colores y olores, llena de mercadillos y artistas callejeros, de música...
Las mañanas son para mirar; las noches las repartimos entre clubs de jazz, bares de música en vivo y sobremesas con nuestros caseros, que ya son como nuestra familia adoptiva aquí en Polonia.
El domingo nos llevaron de excursión a ver un castillo que hay en un parque nacional, a las afueras de Cracovia; nos fuimos con ellos y sus dos críos. Fue una pasada, a pesar de no encontrar dragones ni doncellas.
A la hora de comer (pizza, ketchup y cocacola, que vamos con guajes), Tomek y Areta están preocupados; "no os asustéis de los locales" -nos dicen- "suelen venir aquí a emborracharse y ver la tele cuando salen de misa". No sé qué imagen tienen ellos de los pueblos españoles.
En fin; nada más por ahora. Abrimos un nuevo álbum con fotos de ellos y los críos.
Pues eso. Dejad de atiborrar las despensas de turrón y polvorones, y escribid, que nos entra la morriña navideña...